Michoacán: a quemar al santo

Cecilia Soto

Cecilia Soto

El Plan Michoacán es una versión que polemiza con la primera parte del dicho +++Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre+++.  ¿Cómo que ni tanto? Vamos a bañar a Michoacán con miles de millones de pesos: escuelas, universidades, caminos, polos de desarrollo, electricidad, internet, más programas sociales y todo lo que usted alcance a imaginar. Una serie de excesos sin sustento alimentados por el sentimiento de culpa del gobierno de Claudia Sheinbaum y del gobierno estatal de Ramírez Bedolla. Durante la presentación del Plan, en Palacio Nacional, a 450 kilómetros de Uruapan, en un raro momento de sinceridad involuntaria, el gobernador dijo toda la verdad: “Gracias, presidenta Sheinbaum, gracias en nombre del pueblo michoacano, porque por fin hoy hay sensibilidad”. En otras palabras, no la hubo el primer año de gobierno de la Presidenta y menos durante los seis años de su antecesor, tal como lo denunció hasta el cansancio Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, asesinado el primero de noviembre.

Sin tomar en cuenta los recursos dedicados a la seguridad por parte de las secretarías de Seguridad, de la Defensa y de la Marina, lo presupuestado para atender “las causas” resulta una cifra más alta que la mencionada por la mandataria, no 57,000 millones como afirmó, sino, por lo menos, 88,000 millones. Sólo en infraestructura de comunicaciones se mencionan 35,000 millones y en programas de Bienestar, 30,000. Y más y más millones por aquí y por allá. La gran parte de esta danza de millones no está incluida en la ley de Presupuesto recién aprobada, pero como se repitió hasta el cansancio en el acto en Palacio Nacional, en el que no hablaron los senadores que representan la entidad ni los diputados que deberían hablar por sus distritos, se aprueban estas cifras “por instrucciones de la Presidenta”. Los Congresos federal y local, apabullados. Con raras excepciones se aclara en cuáles años se ejercerán estos recursos y cuáles son los que realmente los pidieron los michoacanos.

Una rara excepción es lo presupuestado para la compra de maíz a pequeños productores, incluyendo indígenas, recuerde que para este gobierno agricultores medianos y grandes no merecen apoyos ni precios justos, aparentemente a 7,200 pesos la tonelada. Éste es el precio reclamado por los agricultores que bloquearon carreteras hace unos días reclamando precios justos para su maíz.

Pero, ¿pidieron los michoacanos cinco universidades Rosario Castellanos y 10 centros para entrenamiento deportivo de alto rendimiento? ¿Por qué no más o menos? Y 50 mil nuevos lugares en educación superior. Espero que incluyan y existan los maestros necesarios para que estos sean buenos centros educativos. Y para colaborar en la cultura de la paz, el secretario de Educación, Mario Delgado, aportó una gran idea: “Vamos a hablar de la cultura de la paz todas las semanas”. Brillante. Pero es difícil creerle mientras no aclare por qué aparece su nombre en varias bitácoras de vuelo del avión privado de Sergio Carmona, el rey del huachicol, ultimado por la delincuencia.

Además de ser un plan fuertemente centralista, no parece recoger las experiencias exitosas de comunidades que han recuperado la paz y han mantenido a raya la delincuencia, como son los casos de Tampico, Orizaba, Torreón y cíclicamente Ciudad Juárez. Aunque en estos casos los recursos económicos han sido importantes, no han sido el componente principal. Éste ha sido, primero, el compromiso de toda la comunidad para salvar a su ciudad o región. Y, después, un cuidadoso estudio de las causas inmediatas, circunstanciales, que se asocian a la comisión de delitos. Esta información debe ser aportada no sólo por la inteligencia obtenida por las agencias de seguridad locales y federales, sino también por las universidades y las asociaciones de vecinos y productores. Por “causas” no se entienden las razones sociales ancestrales como pobreza, marginación o migración a las que se refiere la Presidenta y repiten todos los secretarios, sino las circunstancias que rodean al hecho delictivo, su periodicidad, modo, medio, etcétera, lo que permite intervenciones puntuales que realmente demuestran a la comunidad que se puede bajar la delincuencia. Experimentar en pequeño para advertir errores, perfeccionar y repetir con éxito. El Plan Michoacán transmite una propuesta que ya ha fracasado en Michoacán: todo al mismo tiempo, en grande y pensado desde la Ciudad de México. Por supuesto, las causas profundas importan. Pero si no hay un crecimiento económico sostenido e incluyente, no podrán superarse en forma sostenible y en cuanto se retire la Federación (porque no puede permanecer tanto tiempo en una entidad), vuelve la situación de vulnerabilidad de la región, a la que no se le ha permitido desarrollar capacidades locales. La economía difícilmente crecerá cuando lo que prevalece es la ideología y la devoción a un proyecto político que no es el de todos los mexicanos y que hemos visto fracasar estrepitosamente en Venezuela.